La trufa es un hongo ectomicorrícico, hipogeo y comestible que vive en simbiosis con las raíces de ciertas especies arbóreas y arbustivas como la encina y el quejigo, entre otros. En esencia, el árbol proporciona al hongo los azúcares necesarios para su desarrollo y crecimiento, y a cambio la trufa ayuda a las raíces a absorber y sintetizar mejor los elementos minerales.
Han pasado más de 60 años desde que “la caza de la trufa” experimentó un giro inesperado, y mediante el cual pasó de ser una actividad a caballo entre la afición y la subsistencia en un entorno selvícola de zonas deprimidas, a erigirse como una actividad más que rentable, con apreciable aliciente socio económico, y esperanza para ciertas zonas de la geografía española, cuya avanzada despoblación venía de la mano de un reducido éxito de los sectores agrario e industrial.
Gudar – Javalambre, es una de esas comarcas españolas, beneficiadas por esta “metamorfosis cultural” que ha transformado el motor de su economía, dejando atrás un concepto de agricultura subsistente, para ser epicentro de referencia e inversión en truficultura a nivel nacional y europeo.
Situada en el piedemonte de la cordillera ibérica, en la provincia de Teruel, con un entorno montañoso que favorece la oscilación térmica a lo largo del año y por tanto las condiciones de desarrollo de la trufa de invierno, Gudar-Javalambre ha sabido utilizar su condición de clima con marcada estacionalidad y extremos rigurosos (inviernos muy fríos y veranos suaves), suelos aireados con texturas franco arenosas, pH ligeramente alcalinos (7,5 – 8,5) y terrenos soleados, para potenciar lo que en agricultura resultaba más difícil…, el aprovechamiento rentable de los campos mediante un cultivo intensivo, el de la trufa.
Como tercer soporte, su condición pluviométrica también es determinante, o por lo menos lo era, por medio de los 500 a 800 mm anuales de precipitación, que la trufa requiere para su crecimiento y maduración. La disponibilidad de agua, por otra parte, es de vital importancia para este cultivo, sobre todo durante el verano, cuando las necesidades tienen un papel decisivo en el desarrollo del mismo.
Tuber melanosporum, conocida como Trufa Negra de Invierno ó Trufa de Périgord, es la más utilizada en la cocina por su excelencia y aroma penetrante. Representa aprox., el 95% de la producción de trufa de la comarca de Gudar-Javalambre y se suele encontrar principalmente asociada a encinas (Quercus ilex), aunque también representa un desarrollo interesante en asociación con la raíz del roble (Quercus robur), quejigos (Quercus faginea), coscojas (Quercus coccifera), avellanos (Corylus avellana) y otras especies arbóreas y arbustivas.
El resto de producción, en importancia y porcentaje menor, Tuber aestivum, también conocida como Trufa Negra de Verano ó Trufa de San Juan, de aroma, sabor e intensidad más suave que la anterior, y Tuber brumale conocida como Trufa Machenca, de inferior calidad y tamaño que las anteriores; ambas, de un valor culinario y económico inferior que la primera.
La creciente demanda de La Trufa Negra, muy superior a la capacidad de producción trufícola de cualquier zona, viene motivando la aparición de viveros para la micorrización certificada, especialmente en encinas (principal especie destinada a este cultivar en la comarca), para poder satisfacer una alta demanda interna de planta, así como una demanda destinada a la exportación, suponiendo esto un capítulo más en la transformación socio económica de la zona. Por supuesto, el aumento de soporte mediante la creación de Centros de Investigación y Experimentación de Truficultura, representa un aval sólido que confirma el crecimiento, la solidez y el futuro del sector.
El cultivo de la trufa representa una técnica “agroselvícola” relativamente novedosa, por lo que la información referida a los beneficios sobre la gestión y aplicación del riego, no tiene una definición que nos permita la planificación de láminas hídricas a lo largo de su ciclo, o al menos no como en el caso de otros cultivos, donde si existe una relación directa entre el aporte de agua y la producción de la planta; recordemos que en esta cultura, se alimentan encinas para recolectar hongos micorrizados en su raíz.
Por eso, el concepto de aplicación de riego viene dándose de una forma pseudo-empírica, mediante secuencias de riego, en algunos casos de 6-7 horas, con periodicidad quincenal (entre 25-35 mm/riego), y donde el criterio principal es el de paliar la ausencia de unas precipitaciones, que en otros tiempos permitían cubrir unas supuestas necesidades aún por definir.
Es evidente que un árbol sano, bien alimentado y con una asociación de micorriza correcta, tiene un mayor potencial de producción trufera, por lo que, a falta de poder profundizar en los detalles por razones documentales, este es el objetivo a perseguir bajo los diferentes condicionantes que cada productor pueda tener.
Como consecuencia, la implantación de sistemas de riego durante los últimos 25-30 años ha tomado un papel determinante, haciendo posible la consolidación del cultivo y aumentando considerablemente las cifras de producción, ya que, ante el descenso de las pluviometrías medias anuales, los sistemas de riego representan un apoyo imprescindible en cualquier explotación trufícola moderna.
Según el testimonio de Eladio Salvador Rendón, uno de los pioneros en la truficultura moderna y con más experiencia de la comarca, “para el cultivo de la trufa, la uniformidad en la distribución de la pluviometría es muy importante. Antiguamente se daban de forma más constante, junto con veranos no tan calurosos como los actuales, por lo que el hongo se desarrollaba de una forma natural; en los últimos años se están sucediendo unos periodos de sequía prolongados y con la utilización del riego podemos aportar las necesidades de agua que tiene el cultivo. Gracias a los avances en tecnologías de riego, hemos podido adaptar esa pluviometría que antes se daba de forma natural, a las necesidades hídricas actuales, garantizando producciones muy homogéneas.
Las necesidades de agua en el cultivo están relacionadas con un grado de humedad constante durante todo el año, si bien es cierto, que durante los 3-4 meses de verano el aporte de lámina más abundante, es fundamental en la obtención de calidad.
Para conseguir una uniformidad en la producción y en la calidad, se requiere que los riegos se aporten de una forma constante, definiendo la humedad de cada tipo de suelo para tener un control sobre el aporte de agua en el cultivo”.
En base a esta experiencia, un concepto de riego bien confeccionado en truficultura, aporta en los inicios la garantía de supervivencia de la planta y posteriormente, representa la base de cultivo para obtener el tamaño y uniformidad buscados en las trufas.
Por eso, para intentar definir técnicamente los diferentes momentos en el aporte de distintas cantidades de agua, es necesario dotar al sistema de riego de una versatilidad que permita cambios sustanciales en cuanto a la superficie mojada del “quemado” (volumen de suelo con raíces micorrizadas y con potencial de producción, cuya proyección superficial se manifiesta habitualmente, mediante la ausencia de vegetación) , por medio de pequeñas modificaciones en algunos de sus elementos, como por ejemplo el rotor con doble etapa que se incorpora en los microaspersores AQUASMART 2002 y AQUAMASTER 2005 de NAANDAN JAIN.
La doble etapa de estos emisores nos permite dimensionar hidráulicamente el sistema desde un inicio de forma definitiva, localizando de forma concentrada la aplicación del agua, en el momento de mayor fragilidad de la plántula, y por supuesto con una duración mucho menor de las secuencias de riego. En el momento en que la extensión del sistema radicular dé autonomía a la planta (más o menos a los 2-3 años de vida), se modificará el rotor del microaspersor para conseguir el radio de mojado definitivo, favoreciendo así aún más la extensión horizontal de la raíz.
Por otra parte, el conocimiento y control de ciertos parámetros del “quemado”, permiten anticipar y optimizar las aplicaciones de lámina de agua, a los efectos nutritivos de la encina, y mediante acciones preventivas con las que amortiguar, por ejemplo, temperaturas perjudiciales para el desarrollo y crecimiento del hongo. En este punto, la aplicación AGTech con sensóres ROOT SENSE que determinen el Potencial Hídrico y Temperatura en suelo, permite la toma de decisiones de forma complementaria con la planificación del riego, suponiendo una garantía de éxito en el seguimiento y control de la evolución y condiciones de cultivo.
Como ejemplo, un excesivo calentamiento del suelo al atardecer, de forma continuada, con motivo de las altas temperaturas del aire durante el día en los meses de verano, favorece la merma en la producción de trufa, tomando importancia las acciones de mediciones y control en tiempo real que se pudieran derivar, en el entorno de desarrollo del hongo.
En este sentido, ROOT SENSE aporta el dato sobre la evolución de la temperatura del suelo, y a través de la configuración de una alarma, permite actuar de inmediato para reducir la temperatura mediante la utilización del riego, pudiendo a su vez, medir y determinar el punto de potencial hídrico adecuado en el suelo.
Es un hecho de forma obvia, que la experiencia y sabiduría del factor humano, pilares indiscutibles en la evolución de esta cultura, han contribuido y lo seguirán haciendo, al cambio socio económico y de crecimiento del sector, de la misma forma que agua y control, riego y tecnología AGTech, complementan el declive natural de unas precipitaciones y su interacción con el suelo respectivamente, representando todos ellos una combinación de elementos, clave en el desarrollo eficaz de La Truficultura Moderna.
Agradecimientos:
Agradecemos a Eladio Salvador Rendón, truficultor y viverista de la comarca de Gudar-Javalambre; su amabilidad y sabiduría, que nos han permitido profundizar en la cultura trufícola, para la elaboración y proyección de este artículo.
José Vicente Navarro D.
Delegado Zona Centro-Este y Egipto
NAANDAN JAIN IBERICA, S.L.U
Fuente: https://irrigazette.com/en/news/gudar-javalambre-truffle-growing-agtech